martes, 31 de marzo de 2015

El pedófilo y nuestros hijos. Por el Dr. Hugo Marietan, médico psiquiatra.

El pedófilo y nuestros hijos

La red de amigos y de pescadores
En redes sociales de Internet todo es engañoso hasta que se demuestre lo contrario. Esa debe ser la ley primera para preservarse y preservar a los nuestros de los engaños, de los peligros de este vasto mundo virtual. Infiltrados entre los buenos, entre aquellos que honestamente quieren contactarse con otros para disfrutar de una amistad, están aquellos que acechan como depredadores a sus presas para sacar toda la información posible para llevar adelante sus planes nocivos. Y si esto es válido para los adultos que toman su cuota de riesgo al usar estos avances tecnológicos, cuanta más atención hay que prestar si los que los usan son menores, donde la inmadurez psíquica no les permite tener el criterio suficiente para diferenciar lo peligroso de lo inocuo. Yo sugiero a los padres de menores que hagan prevalecer la seguridad de sus hijos por sobre la intimidad, que chequeen las computadoras o las tablets en busca de textos y fotos que impliquen vulnerabilidad en la seguridad no sólo del hijo, sino de toda la familia. Al fragor del entusiasmo comunicacional, los jóvenes trasladan al mundo virtual todo tipo de información, sin filtrarla, sin prever las consecuencias de esa generosidad informativa. Es útil, también, tomarse un tiempo para conversar con ellos, dejando de lado los reproches, acerca de este problema. Los chicos de 12 años en adelante escuchan poco a los padres, pero aun así es válido el intento de alertarlos. Una charla sencilla, corta, con términos accesibles, sin irse por las ramas y sin asustar. Insertar en sus mentes la prevención y que ellos también son responsables por la seguridad de toda la familia.

Prevenir para evitar
Donde hay niños, ronda el pedófilo. Busca en todos los lugares y circunstancias donde puedan captar a un niño. Y el medio virtual es un mar de niños que se le ofrece a sus ojos voraces, a su mente perversa que diseñará los ardides para lanzarlos como anzuelos para que uno de tantos chicos quede enganchado en su seducción. Él está convencido que los niños lo necesitan, que quieren recibir ese tipo de “amor” que él les ofrece. Sé que esto repugnará a varios padres que lean este escrito, pero es lo que dicen una y otra vez en todos los rincones del mundo y en todos los estamentos: no hacemos nada que ellos (los chicos) no quieran hacer. El pedófilo es así y nada ni nadie lo cambiará. Es por eso que nuestras energías deben estar puestas en la prevención. En educar a nuestros hijos que estos seres existen, y que están, enmascarados, haciéndose pasar por niños detrás del monitor con fotos falsas, o siendo maestros “cariñosos”, vecinos “amorosos” o cualquier otro disfraz que lo conecte con los chicos. Debemos saber con qué adultos se contactan nuestros hijos; si tienen cambios de conductas, si se muestran evasivos, temerosos o se aíslan, si comienzan a tener problemas escolares o se alejan de sus amigos. Dos peligrosos enemigos transitan junto a ellos, las drogas y los pedófilos. Y los antídotos a estos dos enemigos son la sana comunicación entre padres e hijos, la tolerancia a los vaivenes de la edad, y la receta infinita: el amor.

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