martes, 3 de marzo de 2015

“Siempre hay argumentos para acallar la voz de un niño abusado”


Agustina Mai
amai@ellitoral.com

¿Por qué un niño abusado no habla?, ¿por qué sostiene la relación con el abusador?, ¿qué pasa cuando habla, pero la familia no le cree o decide taparlo? 

“El abuso sexual infantil se suele dar a través de un proceso gradual de seducción. Empieza con caricias y al niño o niña le resulta difícil diferenciar entre una muestra de afecto y la intencionalidad sexual. La idea de un abusador serial que ataca de la nada es un estereotipo que no responde a la mayoría de los casos”, comienza aclarando -en una entrevista con El Litoral- Laura Manzi, coordinadora del departamento de Psicología del Centro de Asistencia a la Víctima dependiente de la Defensoría del Pueblo de Santa Fe. 

Muchos de los casos que atiende esta dependencia pública -unos 300 por año- coinciden en que los niños y niñas son victimizados por adultos allegados, que pueden ser un pariente -a veces el padre o padrastro-, un amigo de la familia o un vecino. 

Involucrados emocionalmente, a los chicos les cuesta reconocer la situación o delatarla. “A los niños se les enseña a ser respetuosos y obedientes con los adultos, entonces esta situación les resulta bastante confusa. El abuso se da a través de un proceso gradual: a veces empieza con caricias y al niño le resulta difícil diferenciar entre el afecto y la intencionalidad sexual. Muchas veces no reaccionan, entonces el abuso va avanzando. Cuando el chico comienza a darse cuenta, ya está entrampado en una situación de la que no puede salir porque empieza a sentirse culpable por haberlo permitido o por no haberlo dicho antes. Además, el abusador le dice que es un secreto o un juego entre ellos. También puede haber amenazas del tipo “no te van a creer”, “te van a llevar a una institución” o “tu mamá se va a ir de casa”, entre otras”, se explayó la psicóloga.

La relación con el abusador explica, en parte, los daños psicológicos que produce este delito. “Cuando hay un vínculo de confianza y de afecto, mayor es el daño porque es una traición a la confianza del niño, pero no sólo a la confianza en el otro, que es un adulto y que justamente debería ser quien lo cuide, sino también a la confianza en sí mismo en tanto sujeto”. 

Pero también repercute el tipo de abuso, ya que algunos son más intrusivos que otros. “Algunos sólo corresponden a caricias, pero otros pueden llegar a la violación o prácticas humillantes que pueden afectar el normal desarrollo de las etapas evolutivas de la sexualidad infantil”, contrastó Manzi.
El tiempo que dure ese abuso y su repetición en el tiempo también son determinantes en las consecuencias. “La mayoría de los casos intrafamiliares se sostienen durante mucho tiempo a partir del secreto. Como pueden perdurar durante años, el impacto en el desarrollo de la subjetividad de esos niños va a ser mayor”, indicó la especialista.

—¿Cuándo se da la posibilidad de que el chico hable?

—Al escuchar una noticia en la televisión pueden decir “eso me pasó a mí” o cuando se habla del tema en la escuela, algunos les cuentan a las maestras. También puede ser que alguna circunstancia dolorosa o humillante le permita a la niña decir “hasta acá llego”. 

En la pubertad o adolescencia, como se amplía su proceso de socialización, pueden percibir que lo que les está pasando no les sucede a todos los niños -como el abusador le pudo hacer creer cuando tenía 5 años-. También en esta etapa puede haber algún acercamiento amoroso con otro adolescente y se animan a contárselo a sus primeros novios. 

En otros casos, esto se mantiene durante mucho tiempo hasta que alguna cuestión de pareja, la maternidad u otras transiciones en la vida generan incertidumbres, por lo que esta persona solicita ayuda profesional y, a lo largo del proceso terapéutico, puede recordarlo o develarlo. 

Apoyo familiar

La psicóloga pone el foco en uno de los aspectos clave para procesar y superar el abuso: la reacción del entorno cuando la víctima habla y cuenta lo que le sucede o sucedió. “Hablar es difícil y no siempre el develamiento del niño o de la niña es bien recibido por su entorno por el desconcierto, confusión y hasta descreimiento que genera en la familia. ¿Cómo puede ser?, ¿en qué momento ocurrió esto?, se preguntan las madres. Siempre hay argumentos para acallar la voz del niño; es más fácil porque tranquiliza al entorno, a los funcionarios y a los profesionales. Uno desea que eso no suceda, que no sea verdad”, planteó.

Tampoco es fácil hablar durante la adolescencia. “Los adultos piensan que la denuncia la hacen por rebeldía o por bronca, entonces se descree de su palabra”.

Cuando el apoyo familiar no es contundente, la niña o niño se siente nuevamente defraudado: en primer lugar porque confió en el abusador y porque, una vez que se animó a decir lo que le estaba pasando, su familia no le cree. “Hace unos años, era menos probable que la familia le creyera y que la Justicia le diera lugar a este tipo de delito por el descreimiento que había en la palabra del niño, pero eso es algo que estamos intentando cambiar”, concluyó Manzi. 

20 años de silencio

Hace dos semanas, se conoció la denuncia contra el cura Luis Brizzio de Esperanza por un supuesto abuso sexual ocurrido hace 20 años. ¿Por qué el denunciante esperó dos décadas para hablar? 

“Cuando vio una foto del sacerdote Brizzio con el Papa Francisco, rememoró todo lo que pasó y temió que otros adolescentes pasaran por lo mismo que él. Tuvieron que pasar 20 años para que esto saliera a la luz porque es tremendo el silencio que padecen las víctimas de abuso sexual”, sostuvo el abogado Carlos Lombardi. 

En su momento, la víctima -que tenía 16 años- le contó lo que estaba viviendo a su padre, quien después de una reunión con el ex arzobispo Storni decidió que el caso no trascendiera. El letrado criticó el accionar de la Iglesia: “Cuando un arzobispo tiene conocimiento de una situación así tiene que recurrir a la Justicia Penal. Además, el derecho canónico establece que ante la noticia verosímil de un abuso, el obispo tiene la obligación de iniciar una investigación. Nada de esto se hizo”.

Más que un trauma

Se suele considerar al estrés postraumático como una de las consecuencias del abuso sexual infantil. 

“Algunos indicadores de este estrés, que dura cierto tiempo, están relacionados con recuerdos intrusivos del hecho, es decir que la persona no puede evitar recordar; pesadillas recurrentes, agresividad, inestabilidad emocional y retraimiento”, detalló Laura Manzi.

Sin embargo, la psiquiatra norteamericana Judit Herman, especialista en situaciones de abuso y violencia, plantea que el abuso sexual es mucho más que un trauma puntual. “Se trata de un trauma crónico porque el hecho se reitera durante un tiempo, entonces el impacto es mucho mayor porque el niño limita sus percepciones sobre el hecho a lo que el abusador dice o hace. Es un vínculo fuerte que implica que la víctima termine adoptando el discurso del abusador, justificando las ‘razones’ que el abusador esgrime sobre esto (“esta es mi forma de quererte”, “todos los chicos pasan por esto”, etc.). 

Entonces se produce una cierta enajenación que puede afectar la subjetividad de una manera muy compleja, con alteraciones de la conciencia, de la autopercepción, de los significados y sentido de las cosas”, explicó Manzi. 

De todas formas, la psicóloga aclaró que no todos los casos producen consecuencias irreparables, sino que son situaciones que pueden ser elaboradas y superadas. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario