La escuela es una institución central en la que pueden detectarse y prevenirse los casos de abuso. La implementación de la Educación Sexual Integral (ESI) es una oportunidad no solo para promover acciones de autocuidado sino para habilitar el diálogo con posibles víctimas y activar la intervención del Estado.
Fernanda Pagura, referente del Programa provincial de ESI, explicó a Diario UNO que, a partir de la capacitación de los docentes y el trabajo junto al estudiantado se han logrado detectar casos y dar respuestas que permiten a las víctimas ejercer sus derechos.
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“El abuso sexual es uno de los temas que se aborda en ESI y lo estamos haciendo en todos los niveles del sistema educativo. Trabajamos qué se entiende por abuso y herramientas de promoción de derechos para lo que se llama la prevención del abuso sexual infantil”, explicó.
—¿La denuncia de situaciones de abuso es algo que aparece en las escuelas, según el relato de los docentes con los que trabajan?
—Desde que ESI entró a la escuela por la puerta grande con la ley que le da legitimidad, observamos que las propias docentes manifiestan que, abordando esas temáticas, empiezan a aparecer voces de niñas que dicen: “Yo estoy en ese lugar”. Hay niñas en situación de abuso que se animan a hablar y pedir ayuda desde que se ha roto el silencio sobre ese tema en las escuelas.
—¿Cuándo una situación es abuso?
—El Código Penal lo contempla cuando un adulto mayor de 18 años que obtiene o intenta obtener placer sexual con un niño, niña o adolescente. Eso es el abuso sexual. Pero las situaciones de forzamiento que se dan entre niñas, niños y adolescentes no se pueden llamar abuso porque no corresponde la penalización.
—¿Cómo se puede definir, en el caso de los adolescentes, el consentimiento de la relación sexual?
—Que una adolescente de 13, 14 o 15 años manifieste estar saliendo con un varón de más de 20 y diga que está ahí porque quiere, uno igual tiene que sospechar la posibilidad de un abuso. Si hay alguien mayor, la probabilidad de manipulación es mucho más alta también. La situación de sometimiento siempre es posible que esté. No se trata de dudar de la palabra de la niña o adolescente, es reconocer que las relaciones de género son relaciones de poder y ese poder se pone a favor del género masculino. En general, los abusadores son varones.
—Cuando hay niñas y niños pequeños suele pasar que, en la escuela o en otros lugares, se observan o se tocan los genitales. ¿Esa es una situación esperable? ¿Cómo hay que abordarla con los chicos?
—En Nivel Inicial hay una etapa de descubrimiento del propio cuerpo y del de los otros. Y hay una necesidad de mirarse y tocarse pero también mirar y tocar el cuerpo de otros y otras. Es parte del proceso de construcción identitario. Ese tiempo –en la sala de tres, cuatro o cinco años– es de descubrimiento y lleva a situaciones en las cuales un nene y una nena o dos nenes o dos nenas se están tocando y mirando, pero hay una paridad en la edad y hay una situación esperable en esa etapa. En ese sentido, trabajamos con las docentes en que no es un momento para retar o sancionar sino para aprovechar y trabajar los derechos sobre el propio cuerpo y la intimidad. Esos son dos derechos sexuales que se trabajan fuertemente en el Nivel Inicial como parte del empoderamiento para la prevención del abuso sexual infantil: “Este cuerpo es mío y nadie puede tocarlo, ni pedirme que me desnude ni hacerme sentir incómodo”.
Las respuestas institucionales
—¿Cómo se debe actuar desde la escuela cuando se detecta un caso?
—Las escuelas que trabajan este tema y habilitan su discusión empiezan a identificar casos a partir del relato de niñas y niños que ven en su docente a un adulto responsable que le ofrece un canal de escucha. Para esos casos tenemos un dispositivo de abordaje. Lo primero que tiene que hacer el docente es preservar la intimidad de ese niño o niña y evitar la revictimización, no tiene que contar todo el tiempo lo que le pasó. La docente a la que se lo contó no debe hacer la denuncia, tiene que recurrir a su director y este al supervisor y al equipo socioeducativo de la provincia. El equipo socioeducativo tiene que actuar en menos de 48 horas y es el que está preparado, en el Ministerio de Educación, para hacer los nexos con la Subsecretaría de Niñez y con Salud para que ese niño o niña entre inmediatamente en la atención a la víctima.
—En su experiencia, ¿la mayoría de los casos tiene como victimarios al entorno familiar o afectivo de la víctima o a personas que trabajan en instituciones a las que asiste la víctima como escuelas o clubes?
—En relación a la cantidad de docentes y estudiantes que tenemos son muy pocos los casos en los que ha ocurrido dentro de la escuela. La gran parte de los abusos sexuales acontecen en el marco de la familia; puede ser un pariente cercano, un amigo o un vecino que tiene un vínculo de confianza con ese niño o niña. Los abusos se dan, sobre todo, con conocidos.
—¿A qué deben estar atentos los docentes si sospechan que puede haber una víctima en el aula?
—Hay que trabajar en fortalecer los factores de protección y hay que estar atentos a la presencia de factores de riesgo. Uno de ellos es el aislamiento de ese niño y niña, obviamente que el silencio está asociado a eso. Pero este tema necesita la mirada de género. La mayor parte de los abusadores son varones y la mayor parte de las víctimas son niñas o adolescentes. No podemos dejar de leer el abuso como una manifestación más de la violencia hacia las mujeres, por eso hay que trabajar sobre las relaciones de poder, el sometimiento de las mujeres en esas relaciones y el empoderamiento de las mujeres.
—¿Qué pasa cuando no se puede preservar a la víctima; por ejemplo cuando el caso toma estado público o cuando producto del abuso se genera un embarazo? ¿Cómo se debe trabajar con los compañeros y sus familias?
—Hay que garantizar el derecho a la educación y la escuela tendrá que desarrollar estrategias de abordaje de la temática para que no se generen situaciones de estigmatización sobre la víctima. Hay que trabajar cómo opera la lógica de sometimiento en el abuso con el estudiantado y abordando los derechos que tienen las víctimas, uno de los cuales es la interrupción legal del embarazo.
Pagura remarcó que los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad en la preservación de la intimidad. “A veces pasa que inmediatamente sacan notas con la familia de la víctima y, sin dar nombre, ya le pusieron nombre y apellido. Suele ocurrir que se revictimiza a la víctima porque suele quedar el mensaje de «¿Qué hiciste para que esto no te pase?»”, explicó.
Y agregó que hay casos, como los que tienen como consecuencia un embarazo, “que están contemplados en el fallo de la Corte Suprema de Justicia de 2012 sobre la interrupción legal del embarazo o aborto no punible. En esas situaciones, se pone en vínculo a la niña con el centro de salud para que pueda acceder a la interrupción de la gestación con el solo hecho de firmar un consentimiento. Hay que estar muy atentos a que se conozca el fallo de la Corte Suprema de Justicia porque sino no podemos promover los derechos que tienen las niñas y adolescentes sobre su cuerpo en esos casos”.
Por Victoria Rodríguez / victoriarodriguez@uno.com.ar
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